Desde los primeros beats de la canción “212”, ya te visualizas en un antro, medio sudado, bailando con algún extraño, le das un trago a tu cerveza y sigues moviéndote viéndolo fijamente. La letra de la canción, llena de referencias sexuales, ayuda a que afine la noche.
Ese es el tipo de música que hace Azealia Banks, la nueva estrella del rap femenino –y del hip-hop gringo en general– de Nueva York.
Porque a sus 20 años, ella ya se está haciendo que la fama preceda a su éxito. Mientras algunos la desdeñan, diciendo que no tiene lugar entre M.I.A. o Santigold, ella responde con un cover a Interpol, “Slow Hands”.
El talento de Banks no sólo consiste en crear frases ingeniosas y la velocidad a las que las entrega, sino que también tiene voz para cantar.
Es inevitable compararla con Nicki Minaj, lo cual para Banks es algo normal, según ella como la primera vez que escuchas a B.o.B. y piensas que suena como André 3000.
Aunque dice que su principal diferencia es que Minaj empezó como una especie de tributo a Lil Kim, que después se transformó en una figura del pop. De iniciar como algo original, sólo se quedó en una caricatura. Pese a estas declaraciones se dice fanática del trabajo de la intérprete de “Super Bass”.
Banks se inspiró en las figuras de Destiny’s Child y Aaliyah cuando estaba creciendo; mientras escuchaba a Bloc Party y los Futureheads. El teatro fue, y sigue siendo, una de sus principales pasiones. Ésta nació mientras estudiaba en LaGuardia High School (misma de la que se graduaron Liza Minnelli, Al Pacino y Minaj). Empezó a trabajar como actriz, pero las cosas no se dieron como a ella le hubiera gustado -en ese momento por lo menos-.