El museo de Juan lleva doce años en pie y es el sueño de cualquier aficionado al motor. Un paraíso donde todos los coches son V8 y las motos parecen tener vida propia gracias a los exquisitos cuidados de su peculiar dueño. No sólo es el cielo de los adictos a la gasolina. Como dice Juan refiriéndose al entorno privilegiado que nos rodea: “Es un paraíso dentro de otro paraíso”.
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